martes, 19 de julio de 2011

Los vigías de Cherán*



Texto y fotos por Celia Guerrero

Cherán, Mich, 26 de junio.- Era viernes y las clases se suspendieron en el bachilleres del pueblo purépecha de Cherán, en el estado de Michoacán. Alejandro, de 17 años, alumno de aquella escuela, originario y habitante de la comunidad, comenzó a organizarse con su familia, amigos y vecinos para colocar las barricadas que hoy protegen las tres entradas al centro del pueblo, y las fogatas comunales, que están alerta esquina por esquina que ningún extraño entre o salga sin permiso.

72 días después, desde la torre de la iglesia principal del pueblo, donde se ubica el campanario, el grupo de jóvenes al que Alejandro pertenece, vigila el valle desde su privilegiada  posición y platican de cómo inició la defensa.

Aquél día en que las clases se suspendieron, Alejandro se enteró  por rumores que habían agarrado a seis talamontes que mantenían detenidos en El Calvario, una de las iglesias del pueblo. Él afirma que éstos sujetos suelen ir armados para enaltecer su prepotencia ante cualquier posible reclamo y pagan cuotas al crimen organizado para que les protejan; 200 pesos por cada camioneta cargada de madera que bajan del cerro. “Se les ve bajar hasta 100 camionetas al día; imagínate cuánto dinero sacan”, dice.

Los habitantes estiman que desde hace tres años, de las 27 mil hectáreas de bosque que pertenecen a Cherán, se han talado 22 mil.

Alejandro recuerda el día en que frente a sus ojos comenzaron a derribar los árboles cercanos al rancho de su familia. Él los vio a la cara pero tuvo que ignorarlos y bajar la mirada con impotencia cuando le ordenaron hacerlo. Por esta razón cuando el pasado 15 de abril, alrededor de las nueve de la mañana, un grupo de jóvenes enfrentó a los talamontes armados con palos, piedras y fuegos artificiales, él decidió unírseles.

Cuenta que algunos jóvenes del cuarto barrio decidieron ahuyentar a los asechadores por medio de pirotecnia, a pesar de que los contrarios estaban armados con rifles y pistolas. La razón era clara: defender Cherán, para muchos su lugar de nacimiento, su tierra, sus bosques, sus ojos de agua, su comunidad. En este enfrentamiento un habitante recibió un tiro en la cabeza que lo mantiene en estado de coma, mientras que a uno de los contrarios le explotó un cuete en las manos sin causarle heridas mayores.

Poco a poco se adhirieron a los jóvenes otros hombres, para concertar finalmente que retendrían a los atacantes mientras planeaban cómo defenderse ante posibles agresiones de sus aliados. Ese momento, los comuneros desconocieron completamente a las autoridades municipales.

Junior, otro miembro de las barricadas que carga un bat de béisbol como arma, estuvo presente durante el interrogatorio de uno de los detenidos. Explica que amenazaron con regresar para matar a los habitantes si éstos no los ajusticiaban en ese momento. “Nosotros nos defendimos de sus agresiones pero en ningún momento pensamos en quitarles la vida. Ellos no se hubieran tentado el corazón” reflexiona.

En Cherán no hay líderes, hay puro común, como se denominan ellos mismos por pertenecer a la comunidad.

Durante cinco días los pobladores retuvieron a los talamontes y realizaron varias asambleas comunales para decidir la situación. Se acordó la creación de una policía comunitaria y los supuestos criminales fueron entregados a la policía de Morelia, éstos fueron liberados sin iniciar ninguna averiguación.

Sin embargo, las denuncias se remontan al año 2008, dirigidas a los gobiernos municipal, estatal y federal, solicitan apoyo en la zona contra quienes realizaban actividades ilegales como la tala clandestina, las desapariciones y los asesinatos, que hasta junio del 2011 suman 18 víctimas (12 muertos y 6 desaparecidos).

Hubo manifestaciones en Morelia, la capital del estado, e incluso se firmó un acuerdo con el gobierno federal para tener bases de defensa y vigilancia mixta, pero la situación no mejoró. Hoy los cheranenses desconfían de las autoridades y argumentan su complicidad con los talamontes, también desconocen al presidente municipal.

A partir del 15 de abril, Junior, quien es carpintero, dejó de trabajar para realizar guardias de hasta 24 horas. “Hay días en los que duermo sólo dos horas”, concluye.

Carlos Sánchez, de 32 años, cerró su restaurante para manifestarse en Morelia y posteriormente sumarse a las guardias con sus vecinos. “Lo hago por mis hijos, por el bosque, por el agua, por lo que es de Cherán”, comenta con nostalgia.

Francisco, de 18 años, cubre su rostro casi completamente, evita dar detalles de las acciones de su cuadrilla que vigila una de las entradas del pueblo. “A los pueblos vecinos les pedimos que no se acerquen para acá, porque vamos a seguir con el mismo plan, si vemos a uno, como sea, nos lo llevamos”, indica.

Los pobladores que están encargados de la seguridad son voluntarios. Están organizados por barrios, mantienen vigiladas los accesos. Se realizan faenas en todo momento. Todo es de la comunidad para la comunidad. A pesar de querer la intervención del ejercito, no lo solicitan para patrullar dentro del pueblo, sino para los alrededores, que señalan como el territorio donde son más vulnerables.

Después de vivir poco más de 10 semanas con el intenso miedo a lo imprevisible, el humor de la comunidad se ha relajado con la visita de la Caravana por la Paz, con Respeto y Dignidad.

Frente a la plaza principal donde se realiza el mitin, los vigías de Cherán miran al horizonte. Durante la charla, algunos niños nos acompañan y los vigilantes se descubren el rostro. Comentan que generalmente sólo algunos de ellos pasan la noche ahí en lo alto, esperan que todo esté en calma, ocultan su identidad con una pañoleta o comanda.

Conscientes de su desventaja al enfrentarse a grupos armados, aseguran no tener miedo. La defensa de su pueblo pareciera ser más importante que la vida propia. “Nos da más miedo no hacer nada”, afirma uno de ellos.

*Publicado en Periodistas de a Pie