Manos de fuego y cobre
remueven las entrañas de la tierra.
No hay piedad que obre
cuando el extraño yerra
a los hombres nacidos de la Sierra.
Ni un segundo o respiro
son los que nada tienen, nada son.
De lejos los admiro
mezclar el hormigón;
destruyen, forjan sin saber razón.
“Suban los rascacielos
que ahí respiraremos aire claro,
se acabarán los celos,
ya no habrá desamparo.
El mundo de allá abajo es cruel y avaro.”