miércoles, 21 de septiembre de 2011

Quimera centroamericana*


Texto: Celia Guerrero
Fotos: Diego Mateos

Esta es una historia que se puede contar cualquier día de cualquier año: Francisco de Jesús Ramm Ramírez tiene 30 años. Oriundo del departamento La Paz en El Salvador, salió rumbo al norte sin ningún destino en específico el miércoles siete de septiembre. Llamarle migrante sería un eufemismo, es un desplazado. Tiene cuatro hijos, el mayor de 16 años lo alcanzará una vez que se instale en algún lugar pero ¿en dónde?

Francisco de Jesús viaja con una sola certeza: las cosas en casa están jodidas, irremediables, y esta es la oportunidad para rectificarlo. Sí, salió rumbo al norte pero, ahora que se encuentran en México, si consigue sacar sus papeles se quedan. “Lo que sea, donde sea”, repite.

Desde el día en que emprendió la inminente huída de su ciudad natal Francisco pasó por tres albergues. El martes trece de 2011, a casi una semana de haber emprendido el viaje, tuvo un encuentro poco común en la estancia de migrantes Hermanos en el Camino, fundada por el padre Alejandro Solalinde. A pesar de la superstición por la fecha, ese día se le presentó una oportunidad distinta después de que arribó al lugar la Caravana al Sur del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad.

En ese albergue de primer mundo en un país de tercero, construido con tabiques de concreto, gris, austero, está Francisco resguardándose. Cae una ligera llovizna, más el ambiente es cálido en Ixtepec, Oaxaca. Más allá de donde él se encuentra hay un predio trasero en el que están las siluetas inertes. Una silueta aquí, otra detrás, tétricas se desdibujan. Hechas, a la imagen del hombre pero sin entrañas, de retazos de tela representan a los que un día vienen y pasan o vienen y se quedan o vienen se van y regresan, los que nunca están.

Luego se escucha un silbido bestial, como el de un último suspiro. Ya viene La Bestia, como llaman al tren que se ganó el nombre por su aspecto colosal y oxidado, los sonidos fieros que produce al avanzar o quizá debido al desproporcionado fenómeno social al que hace referencia su ruta: el recorrido de los migrantes centroamericanos por México hacía el norte. Entonces la multitud corre hacia el patio a esperar el tren esquivando las representaciones de los cuerpos. La máquina llega traqueteada y sigilosa pero nadie baja de los vagones. Sólo se escucha la respiración y el crujido repentino del aparato. “Manchadas, de rojo, están las fronteras” “No están solos. No están solos”, vociferan los caravaneros y la prensa para animar a los migrantes al descenso. Nada. La máquina se burla del altruista señuelo y, como quien posee el aplastante y tirano poder del destino, comienza a retroceder. Si no es ahora, si no es hoy, en otro momento o mañana bajaran nuevos huérfanos de patria.
Cada año pasan por México 500 mil migrantes centroamericanos con historias similares a las de Francisco de Jesús. Y muchas veces se ha documentado la historia de terror que viven en su paso por México: extorsiones, secuestros, violaciones, hambres, muertes.

En febrero de 2011, la Comisión Nacional de Derechos Humanos documentó 11 mil 333 migrantes víctimas de secuestro y abuso en su paso por México, de abril a septiembre de 2010.

Giovanni X y Sergio Z son comerciantes mexicanos en el mercado a la orilla del río Suchiate, línea de agua que separa México y Guatemala. Ellos opinan que para un Guatemalteco la violencia en México es mínima, a comparación de las extorsiones de los criminales denominados mareros, pertenecientes a las pandillas 13 y 18, cobradores de cuotas del lado sur de la rivera.

Sergio Z comenta que basta con visitar aquél embarcadero de balsas a las ocho de la mañana, para darse cuenta de la cantidad de guatemaltecos que cruzan el río para laboral en México. “Hasta ahorita la violencia no se ha traspasado por completo, pero sí es claro que la mayoría de quienes vienen a México es gente que huye de una violencia a otra”, añade.

El territorio mexicano se ha convertido en un campo de cultivo para criminales, tanto originarios del país como extranjeros, en gran parte por la falta de empleos y los graves niveles de pobreza.

Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) para el año 2015, en Bolivia, Ecuador, Paraguay, Perú y Venezuela los niveles de pobreza se elevaran; Brasil, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, México y Nicaragua no lograran reducir a la mitad la pobreza extrema como se propone en los objetivos de la Declaración del Milenio; mientras que en Argentina, Chile, Colombia, Honduras, Panamá, la República Dominicana y Uruguay sí.

En el albergue Hermanos en el Camino, Francisco responde miedosamente a las preguntas. Se enteró de la venida de la caravana apenas llegó y cree que quizá puedan ayudarle a sacar sus papeles. Se queda esperando a que pase la lluvia, a que parta a la caravana en su camino, a que mañana pase arrastrándose la bestia de acero que lo transportará a alguna latitud desconocida.


*Publicado en Periodistas de a Pie

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