miércoles, 28 de diciembre de 2011

La llevo entre mis piernas

La llevo entre mis piernas
dentro de una cajita,
reducida toda.
Comida para peces, huesos triturados.
La llevo entre mis piernas
para recordar que soy mujer fértil.
En un acto de amor
la llevo sujeta entre mis piernas
para después soltarla al mar
 y darle cuerda al reloj de los años.
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Acá te dejo madre,
en lo físico,
junto con la imagen del acto ritual
y unas cuantas lágrimas que se escapan,
añadidos miligramos que sobran en estas aguas saladas.
Acá te quedas,
bajo este cielo moreteado,
donde los brazos de la tierra seducen por la noche
y por la tarde olvidan.
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La Paz es tan árida, dulce y engañosa,
mujer promiscua sin sueño.
Quiero vivir aquí para morir con lo extraordinario a la puerta
y poder mandarme a la chingada.
Dicen que si llueve dos veces al año es un acto divino.
Aquí el verbo precipitarse adquiere un significado alentador.
Acelera en un curva y cierra los ojos,
recorre impacientemente el charco de agua hasta encontrarle fondo.
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Tus ganas. Tu filantrópico deseo de hacernos pasar por esto,
llegar hasta este ridículo punto de auto reconocimiento,
reveló mi carga:
una intensa rabia,
una envidia enorme a lo efímero,
a la inmensidad.
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Nada que apurar.
Pago el doble por la aerolínea que renuncie a la amabilidad desbordada,
que sea capaz de hacerme sentir,
en todo el sentido de la palabra,
sólo una pasajera.
Viajo con un reloj prestado y evito adoptar el horario local
como recordatorio forzoso del allá.
Realidad torcida me espera de regreso.
Mi cuerpo,
todo espera de regreso.

martes, 27 de septiembre de 2011

El pretérito imperfecto. Lo que los Estados intentaron controlar


Se dirá que corría el año 11 del siglo XXI. Se contará de la humanidad que habitaba este planeta, que fueron los hombres que vivían una revolución diaria. Mientras en un hemisferio el mundo árabe se convulsionaba y el  último dictador libio anunciaba "Si ellos quieren una larga batalla, entonces que sea larga ¿Si Libia arde quién podrá gobernarla? Que arda", del otro lado de la esfera terrestre, aproximadamente a 11 mil kilómetros de distancia, se arrestaba a dos ciudadanos, en el puerto mexicano de Veracruz, acusados de terrorismo y sabotaje por difundir información incorrecta de ataques de grupos criminales a escuelas primarias en redes sociales. Pero apenas se mencionará que corría el rumor de que todo comenzó en una realidad alterna: en  el cálido y libertino espectro amorfo del ciberespacio. Ese mismo día, aquellas remotas y dispares latitudes se conjugaban y asemejaban porque ambas rompían el paradigma del poderoso y opresor.

La historia increíblemente cierta, sacada de las cloacas del caciquismo mexicano, en la que una periodista y un maestro fueron detenidos arbitrariamente el 25 de agosto de 2011, golpeados y torturados, acusados de ser terroristas cibernéticos sin ninguna base jurídica que lo acreditara, privados de su libertad durante 27 días; no impulsaría ninguna revolución, como lo hicieron los jóvenes libios que llamaron a la revuelta por medio de Internet el 17 de febrero del mismo año: día de la ira en Libia; pero sí vendría a demostrar que el monstruo déspota engendrado históricamente en México no tenía cabida en la nueva e incontrolable realidad web.

A pesar de que el representante de una de las cabezas de esa hidra, el secretario de gobernación local, Gerardo Buganza Salmerón, afirmó “No se juzgará a twitteros, ni se limitará la libertad de expresión y no existirá censura a las redes sociales, pero sí se sancionará a los responsables de actos delictivos que atentan contra el orden social”, y agregó irónica y cínicamente que “Veracruz es tan vanguardista como el Reino Unido, ya que el 26 de agosto en ese país, se encarceló a dos jóvenes que utilizaron el Facebook para organizar y orquestar las revueltas”; las miradas internacionales compararían el caso con los fenómenos sociales árabes y de China. Organizaciones “importantes”, como Artículo 19 y Amnistía, se pronunciarían al respecto, denunciando violaciones a los artículos 7 y 19 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos firmado por el gobierno mexicano y la ONU, que en el primer artículo se opone a métodos de tortura, tratos crueles e inhumanos contra los detenidos y en el segundo defiende la expresión de los puntos de vista de los individuos, a la vez que se refiere al derecho de las personas a difundir sus opiniones “por escrito o en forma impresa o artística o por cualquier otro procedimiento de su elección”.
Sólo así se presionaría para liberar de los detenidos. La  Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE) retiraría los cargos en su contra, pero sin reparación de daños y con la agravante de la aprobación en el Congreso local de la modificación al Código Penal, para crear la figura de perturbación al orden público como un delito menor, todo aprobado y publicado en la Gaceta Oficial el 20 de septiembre, un día antes a la liberación de los apresados, María de Jesús Bravo Pagola y Gilberto Martínez Vera.

Entonces los grandes medios internacionales escribirían que en México las redes sociales no son utilizadas para derrocar a un gobierno sino para  la gente pueda “sobrevivir en su vida diaria”. Y en ese momento se pensaría que “las redes sociales están llenando el vacío dejado por la prensa”. Luego aparecerían dos cuerpos colgados en un puente peatonal de Nuevo Laredo, Tamaulipas, y junto estarían cartulinas con mensajes contra cibernautas señalando “Esto les va a pasar a todos los soplones de Internet”. O se encontraría el cuerpo decapitado de Elizabeth Macías Castro, jefa de redacción del periódico Primera Hora del mismo estado, asesinada por publicar anónimamente en un blog lo que en su medio no le permitían. Y en esos ejemplos se vislumbraría que no sólo se dejó sola a la prensa frente al déspota sino que, en ese descuidado, se colaboró para desinformar a la ciudadanía y posiblemente de ahí, o de cualquier otra grieta, todo se derrumbó.

La gente reflexionaría hasta aquel día, por supuesto, como escribió Thomas Stearns Elliot “¿Dónde está la vida que hemos perdido en vivir?/ ¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en conocimiento?/ ¿Dónde el conocimiento que hemos perdido en información?/ Los ciclos celestiales en veinte siglos/ Nos apartan de Dios y nos aproximan al polvo”, a la desmesura del ciberespacio que se mezcla con ésta otra aún más excedida y triste realidad, cuando las ideas de revolución y libertad que flotan en ella aterrizan en este mundo.




miércoles, 21 de septiembre de 2011

Quimera centroamericana*


Texto: Celia Guerrero
Fotos: Diego Mateos

Esta es una historia que se puede contar cualquier día de cualquier año: Francisco de Jesús Ramm Ramírez tiene 30 años. Oriundo del departamento La Paz en El Salvador, salió rumbo al norte sin ningún destino en específico el miércoles siete de septiembre. Llamarle migrante sería un eufemismo, es un desplazado. Tiene cuatro hijos, el mayor de 16 años lo alcanzará una vez que se instale en algún lugar pero ¿en dónde?

Francisco de Jesús viaja con una sola certeza: las cosas en casa están jodidas, irremediables, y esta es la oportunidad para rectificarlo. Sí, salió rumbo al norte pero, ahora que se encuentran en México, si consigue sacar sus papeles se quedan. “Lo que sea, donde sea”, repite.

Desde el día en que emprendió la inminente huída de su ciudad natal Francisco pasó por tres albergues. El martes trece de 2011, a casi una semana de haber emprendido el viaje, tuvo un encuentro poco común en la estancia de migrantes Hermanos en el Camino, fundada por el padre Alejandro Solalinde. A pesar de la superstición por la fecha, ese día se le presentó una oportunidad distinta después de que arribó al lugar la Caravana al Sur del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad.

En ese albergue de primer mundo en un país de tercero, construido con tabiques de concreto, gris, austero, está Francisco resguardándose. Cae una ligera llovizna, más el ambiente es cálido en Ixtepec, Oaxaca. Más allá de donde él se encuentra hay un predio trasero en el que están las siluetas inertes. Una silueta aquí, otra detrás, tétricas se desdibujan. Hechas, a la imagen del hombre pero sin entrañas, de retazos de tela representan a los que un día vienen y pasan o vienen y se quedan o vienen se van y regresan, los que nunca están.

Luego se escucha un silbido bestial, como el de un último suspiro. Ya viene La Bestia, como llaman al tren que se ganó el nombre por su aspecto colosal y oxidado, los sonidos fieros que produce al avanzar o quizá debido al desproporcionado fenómeno social al que hace referencia su ruta: el recorrido de los migrantes centroamericanos por México hacía el norte. Entonces la multitud corre hacia el patio a esperar el tren esquivando las representaciones de los cuerpos. La máquina llega traqueteada y sigilosa pero nadie baja de los vagones. Sólo se escucha la respiración y el crujido repentino del aparato. “Manchadas, de rojo, están las fronteras” “No están solos. No están solos”, vociferan los caravaneros y la prensa para animar a los migrantes al descenso. Nada. La máquina se burla del altruista señuelo y, como quien posee el aplastante y tirano poder del destino, comienza a retroceder. Si no es ahora, si no es hoy, en otro momento o mañana bajaran nuevos huérfanos de patria.
Cada año pasan por México 500 mil migrantes centroamericanos con historias similares a las de Francisco de Jesús. Y muchas veces se ha documentado la historia de terror que viven en su paso por México: extorsiones, secuestros, violaciones, hambres, muertes.

En febrero de 2011, la Comisión Nacional de Derechos Humanos documentó 11 mil 333 migrantes víctimas de secuestro y abuso en su paso por México, de abril a septiembre de 2010.

Giovanni X y Sergio Z son comerciantes mexicanos en el mercado a la orilla del río Suchiate, línea de agua que separa México y Guatemala. Ellos opinan que para un Guatemalteco la violencia en México es mínima, a comparación de las extorsiones de los criminales denominados mareros, pertenecientes a las pandillas 13 y 18, cobradores de cuotas del lado sur de la rivera.

Sergio Z comenta que basta con visitar aquél embarcadero de balsas a las ocho de la mañana, para darse cuenta de la cantidad de guatemaltecos que cruzan el río para laboral en México. “Hasta ahorita la violencia no se ha traspasado por completo, pero sí es claro que la mayoría de quienes vienen a México es gente que huye de una violencia a otra”, añade.

El territorio mexicano se ha convertido en un campo de cultivo para criminales, tanto originarios del país como extranjeros, en gran parte por la falta de empleos y los graves niveles de pobreza.

Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) para el año 2015, en Bolivia, Ecuador, Paraguay, Perú y Venezuela los niveles de pobreza se elevaran; Brasil, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, México y Nicaragua no lograran reducir a la mitad la pobreza extrema como se propone en los objetivos de la Declaración del Milenio; mientras que en Argentina, Chile, Colombia, Honduras, Panamá, la República Dominicana y Uruguay sí.

En el albergue Hermanos en el Camino, Francisco responde miedosamente a las preguntas. Se enteró de la venida de la caravana apenas llegó y cree que quizá puedan ayudarle a sacar sus papeles. Se queda esperando a que pase la lluvia, a que parta a la caravana en su camino, a que mañana pase arrastrándose la bestia de acero que lo transportará a alguna latitud desconocida.


*Publicado en Periodistas de a Pie

Otro Guerrero*



Amador Cortés y Hugo Juárez se mantuvieron alertas durante el viernes nueve de septiembre, no durmieron ni descansaron, vigilantes del recinto en donde algunos integrantes del Movimiento de la Paz con Justicia y Dignidad  pasaron la primera velada de la Caravana al Sur, en la ciudad de Chilpancingo, Guerrero.


Ya en la madrugada, pasadas las 12 de la noche, decidieron junto con el resto de la comisión de seguridad cerrar las rejas del lugar, cuando un vehículo conducido por sicarios armados pasó por la calle de Circunvalación, justo enfrente la patrulla de Policía Federal que también resguardaba las instalaciones, cuentan.


“De tres años para acá se ha vuelto normal, o mejor dicho común, verlos pasar”, platica Hugo Juárez.


Informes de la Procuraduría General de la República (PGR), la Secretaría de Seguridad Pública y Protección Civil reportaron un repunte de la violencia en 2008, con más de 360 ejecuciones en Guerrero, señalando los secuestros y la creciente corrupción policial como resultado de la lucha entre grupos criminales.


Igualmente, Chilpancingo creció exponencialmente en los últimos 40 años, de 36 mil 193 habitantes en 1970 a 187 251 en 2010 según datos del INEGI. “Ya no es un pueblo de banqueta como antes”, comenta Amador Cortés, originario del Tlacoapa, Guerrero.


Explica que él bajó de la región de la montaña, aludiendo a la migración que realizan los pueblos indígenas, como tantas otras personas que en busca de trabajo y servicios salen de sus lugares de origen en la Sierra de Guerrero, hacia la capital del Estado.


En su camino, hace casi 6 años, se convirtió en fundador de la colonia “Emperador Cuauhtémoc”. Se trata de un grupo de colonos que intentan preservar en Chilpancingo los usos y costumbres de las comunidades a las que pertenecieron antes de migrar.


Pertenece al Consejo Indígena y Popular de Guerrero y al Frente de Masas  Populares de Guerrero, agrupación de organizaciones que recibió en esa primera parada de los caravaneros, formada hace tres meses “dada la necesidad coyuntural de unidad de luchas”, afirma Amador Cortés.


“Aprovechamos el cambio de gobierno para formarla, porque ya era necesario. La transformación no lo va a generar el gobierno, Ángel Aguirre (gobernador del Estado) tiene toda la escuela del Partido Revolucionario Institucional (PRI), son los mismos métodos corporativos pero con manejo político populista”, opina.


El pasado mes de enero el Partido de la Revolución Democrática (PRD) subió al frente del gobierno del estado de Guerrero, después ser regido por el PRI.
Sin embargo en el Estado permanecen y se incrementan los crímenes en la zona de la montaña, municipios, capital e incluso en el famoso puerto turístico de Acapulco.


“Quisiera irme con la caravana, porque hace falta que nos unamos todos los mexicanos para exigir seguridad. Como nuestros compañeros de la policía comunitaria de la montaña, pero esa es otra historia”, dice Amador Cortés.


*Publicado en Periodistas de a Pie

jueves, 18 de agosto de 2011

La justicia no es negociable


  “La justicia no es negociable” aclaró alzando la voz Norma Ledezma, integrante de la organización civil de Chihuahua Justicia para Nuestras Hijas y del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, a los diputados y senadores que escucharon ensimismados su relato. Su intervención vino después de la de Josefina Vázquez Mota, presidenta de la Junta de Coordinación Política en la Cámara de Diputados, en la que la diputada dijo que “hoy las puertas del Congreso de la Unión se abren de par en par a las exigencias de la sociedad civil”.

“Escuchar a la legisladora decir que hoy se han abierto sus puertas es lamentable”, apuntó Ledezma. “Llevamos cinco horas en este encuentro, dos sexenios y tres gobernadores, exigiendo justicia” en lo personal “nueve años, cuatro meses y 26 días, tocando puertas que no se abren” repasó.

La reunión entre miembros del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad y legisladores, en el Alcázar del Castillo de Chapultepec, tenía en efecto más de cinco horas de iniciada. El rostro compungido de senadores y diputados comenzó a tornarse pardo de cansancio.

Al inicio, en punto de las 10 de la mañana, arribaron los primeros legisladores, festivos, saludándose. Los familiares de las víctimas e integrantes del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad llegaron después, tomaron asiento y esperaron su turno para nombrar exigencias puntuales ante el micrófono, querían dejar claro que esta reunión no era una sesión de negociaciones.

“Ustedes tienen la palabra, nosotros la obligación” dijo al comenzar la discusión Manlio Fabio Beltrones, presidente del Senado, quien fungió como moderador, para determinar que el tiempo límite por intervención para legisladores sería de cinco minutos, mientras que para los integrantes del Movimiento sería libre.

El primero fue Julio Cesar Márquez, padre de uno de los niños fallecidos en el incendio de la Guardería ABC, quien demandó a los legisladores un periodo extraordinario para lograr el beneplácito de la Ley 5 de Junio. Puntualizó la urgencia del asunto. “Su aprobación garantizará estándares de calidad en atención a los niños”, insistió y los legisladores bajaron la mirada y apuntaron.

Más adelante fue el turno de Gabriela Cadena de Alejos, madre de Gabriel Alejos Cadena, asesinado junto con Juan Francisco Sicilia y cinco jóvenes más. Lloró y tomó de la mano al poeta, que se encontraba a su lado derecho, mientras señalaba que ese día se cumplían cuatro meses del asesinato de sus hijos. Su exigencia ante el Congreso de la Unión fue considerar un presupuesto específico para crear un fondo para víctimas, ya que después de la muerte de un familiar, “los que quedamos vivos luchamos por recuperar la paz emocional y económica”, expuso.

Al paso y sin pausas llegó otra intervención. Yuridia Armendariz, habitante de Creel, Chihuahua, hermana de uno de los 13 asesinados en una masacre cometida en su pueblo. “Hemos descubierto que El Colibrí, autor intelectual y material de la masacre, es sobrino directo de la entonces procuradora estatal Patricia González, ¡alias La Perra! – gritó e hizo una pausa para llamar la atención de los presentes, sólo se escucho silencio- la cual además dijo que los asesinados en estos hechos eran narcotraficantes, reduciendo todo a un encontronazo de narcos”, denunció con enojo.

Posteriormente Álvarez Icaza, ex Ombudsman capitalino, propuso la creación de una ley integral para la atención de víctimas. Manifestó el desastre en el que se encuentra el Servicio Médico Forense (Semefo) de México. Pidió a los legisladores la planeación de un presupuesto para la creación de una base de datos de desaparecidos y un registro nacional para personas desaparecidas accesible para el público. “Adelantémonos a lo que pasó en Colombia. Un Estado ausente es eventualmente peor que un Estado fallido, porque no existe”, concluyó.

Le siguió Ernesto López Portillo, director del Instituto para la Seguridad y la Democracia (Insyde), quien planteó la creación de una auditoria federal de las policías que, sujeta a la Auditoría Superior de la Federación, vigilaría el desempeño de las policías en el país, pero sin facultades disciplinarias, el Congreso sería quien recibiera los resultados de las auditorías.

Y así hablaron uno por uno los integrantes del Movimiento. Javier Sicilia dirigió su voz al micrófono una vez al principio de la reunión. “La nueva sede del Senado es la manifestación arquitectónica de quienes deciden encerrarse en su bunker y mirarse a sí mismos” Por omisión, ignorancia o complicidad, son responsables de la violación constitucional de sacar las fuerzas militares en asuntos públicos, también por asignar presupuesto” recalcó.

Después sólo presentó por su nombre a los oradores, fumó dos o tres cigarros dentro del recinto y lloró una vez ante el público. “Ustedes hasta ahora sólo han sido operadores políticos y no legisladores” reclamó.

En respuesta, las primeras intervenciones de los diputados resaltaron que entre ellos y el Movimiento existe la coincidencia de una reforma política, e igualmente la idea de la necesidad de humanizar el combate al crimen. “Se me va el aire sólo de pensar en la tragedia de perder a un ser querido” pronunció altisonante el senador Arturo Escobar, del Partido Verde Ecologista de México.

Del otro lado de la mesa de diálogo, en la escuadra contraria, los rostros eran de indiferencia a discursos políticos, cruzados de brazos, con expresiones de desespero.

Alejandro Gertz Manero, diputado de Convergencia, dijo “Exhorto a Emilio Álvarez Icaza a que me conteste el teléfono para ponernos de acuerdo para empezar a trabajar a la brevedad”, y señaló que en repetidas ocasiones había intentado comunicarse con él sin obtener resultado.

El activista, después de dejar pasar otras intervenciones, como planeando la defensa correcta, respondió al diputado que, la diferencia en que él no contestara el teléfono y un senador no hiciera su trabajo, existía. No tardó en escucharse la bulla en el salón pero, antes de que nada más sucediera, Manlio Fabio Beltrones anunció un receso de 15 minutos, después de tres horas y media de iniciada la reunión.

Y de regreso, lo primero que se exigió fueron fechas, la seguridad de que no se aprobará la Ley de Seguridad Nacional y la necesidad de direccionar el presupuesto para lograr todos los “sís” que refirieron: “sí a la ley de víctimas, sí a la comisión de la verdad, sí al fondo para víctimas, sí a los cinco ciudadanos representantes del Movimiento en cada Cámara, sí a la auditoría de las policías, sí a la reforma política” enumeró, y palomeó uno por uno en sus escritos, Icaza.

Cuando en la siguiente intervención una integrante del Movimiento señaló que antes de pensar en asignar presupuestos era necesario un tribunal de justicia anti-corrupción y un verdadero sistema de fiscalización, que se encargue de evitar el lavado de dinero, en los rostros de los legisladores la paciencia comenzó a escurrirse. Se miraban unos a otros como diciendo “¡Están dispuestos a discutirlo todo!”. Así que vino la intervención de Beltrones nuevamente “Sería muy difícil que hubiera una conclusión de todos los representantes de la Cámaras” Pero tenemos todo el interés de discutir del tema presupuestal con el Ejecutivo” propuso.

Se les cedió la palabra a otros senadores. Sebastian Lerdo de Tejada dijo estar dispuesto a que se realice la reforma política y se comprometió a seguir el diálogo con el Movimiento. Otra senadora pasó de candidaturas ciudadanas a fuero militar en un mismo comentario. La tensión comenzó a crecer. Y en seguida, el discurso de Josefina Vázquez Mota, iniciado con un “Querido Javier…”, terminó por hacer explotar el cúmulo de impaciencias en los representantes del Movimiento.

“¡Que la justicia no es negociable!”, resaltó con voz agotada Norma Ledezma, quien fundó de la asociación civil Justicia para Nuestras Hijas después de que su hija, Paloma Escobar Ledezma, fue asesinada en 2002. Lleva más de nueve años luchando contra la impunidad y la desesperanza, pero en ese momento se desespera. Pasaron cinco horas de diálogo entre legisladores y víctimas, no se definió concretamente nada.


“No confiamos en sus partidos, se los decimos claramente”, exclamó la integrante más joven del movimiento,  quien llamó a revisar la iniciativa del primer empleo y a sacar del congelador la de obligatoriedad de la educación media superior. “¡Amplíen la matrícula educativa! En el Movimiento de Excluidos tenemos la certeza de que la solución a la seguridad es la educación pública”, expresó.

Al final “No hemos encontrado un proceso legislativo para resolver la guerra”, se dijo del lado de las víctimas y se planteó como exigencia principal a los senadores y diputados. Los legisladores, para concluir, se pronunciaron pendientes a las demandas del Movimiento. Lo demás quedó en el discurso de bienvenida de Beltrones “Ustedes tienen la palabra, nosotros la obligación”.

A la espera del desaparecido


Este lugar encierra el recuerdo de hijos perdidos. Como si los altos cerros que rodean Monterrey fungieran de cerco, en la memoria de los padres sobreviven ellos, en ésta realidad a medias, desaparecidos aquí, originarios de cualquier lado.

Pero quienes están aquí son otros, los que ya lo han perdido todo, los que viven del recuerdo. Concientes de no perder más, no son víctimas, las víctimas fueron sus hijos, son sobrevivientes. Se les escucha recitar una y otra vez esas historias que revuelven el corazón. Manifiestan sin obtener respuesta “¿Dónde están, dónde están, nuestros hijos dónde están?” Y, a diferencia de los asesinatos resultado del crimen organizado, poco se habla de la cifra calculada de los desaparecidos en México, que no son cifras, son familiares de alguien,  en este caso hijos desaparecidos.

¿Y dónde están esos jóvenes desaparecidos vivos o muertos?

En este tiempo y en este mundo en el que vivimos nada puede justificar el dolor de esos padres. Tal vez en otras realidades sí, cuando perder, dar por desaparecido o muerto a un hijo, sea un proceso natural en la vida. Exigir justicia en este país de impunidades se ha convertido en su duelo por sobrellevar.

Al llegar a la ciudad de Monterrey Roberto Galván no quiere dar entrevistas. Sale al patio de la casa, en donde los integrantes del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad fueron recibidos por organizaciones civiles del estado, y se dispone a estar solo. Sin poder salir a la calle, porque le advierten es muy peligroso, mira las luces de las torretas en las patrullas que resguardan el lugar. Azul, roja, azul, roja. Recuerda que tan sólo a algunas calles de ahí su hijo solía participar en torneos de ajedrez. “Era ajedrecista”, comenta. Por alguna razón pronuncia “era”.

Dentro, rodeados de paredes para sentirse protegidos, los padres de Víctor Castro Santillán (el único hijo de los familiares que acompañan a la Caravana en este viaje que han encontrado su cadaver) platican su condena. No les dejaron identificar su cuerpo físicamente, alegando que no existían condiciones sanitarias, pero lo vieron por medio de una pantalla, tienen ese supuesto consuelo. No es consuelo porque aquí andan, rememorando, exigiendo se juzgue finalmente al actor intelectual del asesinato.

Todos aparentan dormir en el piso y pasan la noche a la espera de la audiencia al día siguiente.

Es medio día del siete de julio de 2011. Durante horas, varias personas se convierten en estatuas a la entrada del edifico de la Procuraduría General de Justicia de Nuevo León. Esperan. El tiempo no es tiempo para ellos, es espera. Se lleva acabo la audiencia del procurador, Adrián Emilio de la Garza Santos, y algunos integrantes de la Caravana. Como es desgraciadamente costumbre, la espera sólo se prolonga. Tendrán que regresar un mes más tarde para proseguir con los casos presentados. A pesar de haber entregado 30 días atrás los expedientes para su inminente revisión, no hay avances concretos.

¿Qué significará la justicia? ¿qué significará la conciencia, el deber, la responsabilidad? Queda claro que no lo mismo para sobrevivientes y autoridades. ¿Y si apelemos a lo natural? Porque todos somos hijos. ¿Resolvería Emilio de la Garza con eficiencia (rápidamente) los casos, si se considerará él hijo de esos padres?

Pero es difícil sentir lo que ellos, los sobrevivientes, sienten. Porque, como dicen, es innombrable, estúpido e inhumano, por no decir incomprensible, no tener un lugar a dónde llevarles flores.

martes, 19 de julio de 2011

Los vigías de Cherán*



Texto y fotos por Celia Guerrero

Cherán, Mich, 26 de junio.- Era viernes y las clases se suspendieron en el bachilleres del pueblo purépecha de Cherán, en el estado de Michoacán. Alejandro, de 17 años, alumno de aquella escuela, originario y habitante de la comunidad, comenzó a organizarse con su familia, amigos y vecinos para colocar las barricadas que hoy protegen las tres entradas al centro del pueblo, y las fogatas comunales, que están alerta esquina por esquina que ningún extraño entre o salga sin permiso.

72 días después, desde la torre de la iglesia principal del pueblo, donde se ubica el campanario, el grupo de jóvenes al que Alejandro pertenece, vigila el valle desde su privilegiada  posición y platican de cómo inició la defensa.

Aquél día en que las clases se suspendieron, Alejandro se enteró  por rumores que habían agarrado a seis talamontes que mantenían detenidos en El Calvario, una de las iglesias del pueblo. Él afirma que éstos sujetos suelen ir armados para enaltecer su prepotencia ante cualquier posible reclamo y pagan cuotas al crimen organizado para que les protejan; 200 pesos por cada camioneta cargada de madera que bajan del cerro. “Se les ve bajar hasta 100 camionetas al día; imagínate cuánto dinero sacan”, dice.

Los habitantes estiman que desde hace tres años, de las 27 mil hectáreas de bosque que pertenecen a Cherán, se han talado 22 mil.

Alejandro recuerda el día en que frente a sus ojos comenzaron a derribar los árboles cercanos al rancho de su familia. Él los vio a la cara pero tuvo que ignorarlos y bajar la mirada con impotencia cuando le ordenaron hacerlo. Por esta razón cuando el pasado 15 de abril, alrededor de las nueve de la mañana, un grupo de jóvenes enfrentó a los talamontes armados con palos, piedras y fuegos artificiales, él decidió unírseles.

Cuenta que algunos jóvenes del cuarto barrio decidieron ahuyentar a los asechadores por medio de pirotecnia, a pesar de que los contrarios estaban armados con rifles y pistolas. La razón era clara: defender Cherán, para muchos su lugar de nacimiento, su tierra, sus bosques, sus ojos de agua, su comunidad. En este enfrentamiento un habitante recibió un tiro en la cabeza que lo mantiene en estado de coma, mientras que a uno de los contrarios le explotó un cuete en las manos sin causarle heridas mayores.

Poco a poco se adhirieron a los jóvenes otros hombres, para concertar finalmente que retendrían a los atacantes mientras planeaban cómo defenderse ante posibles agresiones de sus aliados. Ese momento, los comuneros desconocieron completamente a las autoridades municipales.

Junior, otro miembro de las barricadas que carga un bat de béisbol como arma, estuvo presente durante el interrogatorio de uno de los detenidos. Explica que amenazaron con regresar para matar a los habitantes si éstos no los ajusticiaban en ese momento. “Nosotros nos defendimos de sus agresiones pero en ningún momento pensamos en quitarles la vida. Ellos no se hubieran tentado el corazón” reflexiona.

En Cherán no hay líderes, hay puro común, como se denominan ellos mismos por pertenecer a la comunidad.

Durante cinco días los pobladores retuvieron a los talamontes y realizaron varias asambleas comunales para decidir la situación. Se acordó la creación de una policía comunitaria y los supuestos criminales fueron entregados a la policía de Morelia, éstos fueron liberados sin iniciar ninguna averiguación.

Sin embargo, las denuncias se remontan al año 2008, dirigidas a los gobiernos municipal, estatal y federal, solicitan apoyo en la zona contra quienes realizaban actividades ilegales como la tala clandestina, las desapariciones y los asesinatos, que hasta junio del 2011 suman 18 víctimas (12 muertos y 6 desaparecidos).

Hubo manifestaciones en Morelia, la capital del estado, e incluso se firmó un acuerdo con el gobierno federal para tener bases de defensa y vigilancia mixta, pero la situación no mejoró. Hoy los cheranenses desconfían de las autoridades y argumentan su complicidad con los talamontes, también desconocen al presidente municipal.

A partir del 15 de abril, Junior, quien es carpintero, dejó de trabajar para realizar guardias de hasta 24 horas. “Hay días en los que duermo sólo dos horas”, concluye.

Carlos Sánchez, de 32 años, cerró su restaurante para manifestarse en Morelia y posteriormente sumarse a las guardias con sus vecinos. “Lo hago por mis hijos, por el bosque, por el agua, por lo que es de Cherán”, comenta con nostalgia.

Francisco, de 18 años, cubre su rostro casi completamente, evita dar detalles de las acciones de su cuadrilla que vigila una de las entradas del pueblo. “A los pueblos vecinos les pedimos que no se acerquen para acá, porque vamos a seguir con el mismo plan, si vemos a uno, como sea, nos lo llevamos”, indica.

Los pobladores que están encargados de la seguridad son voluntarios. Están organizados por barrios, mantienen vigiladas los accesos. Se realizan faenas en todo momento. Todo es de la comunidad para la comunidad. A pesar de querer la intervención del ejercito, no lo solicitan para patrullar dentro del pueblo, sino para los alrededores, que señalan como el territorio donde son más vulnerables.

Después de vivir poco más de 10 semanas con el intenso miedo a lo imprevisible, el humor de la comunidad se ha relajado con la visita de la Caravana por la Paz, con Respeto y Dignidad.

Frente a la plaza principal donde se realiza el mitin, los vigías de Cherán miran al horizonte. Durante la charla, algunos niños nos acompañan y los vigilantes se descubren el rostro. Comentan que generalmente sólo algunos de ellos pasan la noche ahí en lo alto, esperan que todo esté en calma, ocultan su identidad con una pañoleta o comanda.

Conscientes de su desventaja al enfrentarse a grupos armados, aseguran no tener miedo. La defensa de su pueblo pareciera ser más importante que la vida propia. “Nos da más miedo no hacer nada”, afirma uno de ellos.

*Publicado en Periodistas de a Pie